sábado, 17 de julio de 2021

LA SOLEDAD

Sintió todo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, toda la presión de su país sobre sus manos, creyó oír las voces de aquellos que le precedieron en el intento. Nunca pensó que aquel niño que con tan sólo seis años y acompañado de su padre los días de entrenamiento viajaba de su pueblo a la gran ciudad para cumplir su sueño podría lograrlo, recordó a sus abuelos, tíos, primos y sobre todo a sus padres, aquellos dos fantásticos seres humanos que se lo habían dado todo, que habían creído en él desde el minuto uno. Su padre, aquel hombre callado, de gesto adusto y mirada seria pero afable, que siempre le dijo, los pies en el suelo, la cabeza alta, que no se te suba la fama a la cabeza, cuando siendo apenas un chaval de dieciocho años debutó en primera división, vistiendo la camiseta del equipo de toda su vida, probablemente el equipo más laureado no sólo de su país, también del mundo. Las tardes en aquel viejo coche que conducía su padre se hicieron más nítidas que nunca en su memoria. Él siempre quiso ser portero, suponía que porque nadie quería ponerse bajo los palos o porque realmente le gustaba parar y sentía que era bueno en aquello de atajar el balón. Recordaba las largas tardes de verano, el sol picaba en la piel, el olor del césped (si los mayores les habían dejado jugar) y si no el tacto de la tierra áspera en sus rodillas, los gritos de júbilo al marcar gol o de contrariedad si habían recibido otro, los adultos apoyados en las vallas del terreno de juego admirando a aquel jóven portero y sus prodigiosas paradas, los guantes que le trajeron los Reyes Magos aquella mañana de un seis de enero lejano ya en el tiempo. Había trabajado duro para llegar allí. Los cuartos de final de los campeonatos habían sido una barrera natural para la selección española, una y otra vez el equipo nacional caía invariablemente en aquella ronda fatídica, no se podía decir que los jugadores que vestían la camiseta roja de España no estuviesen capacitados para llegar lejos en Mundiales o campeonatos europeos, pero lo cierto es que siempre terminaban decepcionando y decepcionados, por eso, a tantos kilómetros de casa y frente a una de las mejores selecciones del planeta pocos eran los que confiaban en que la historia no se repitiese. Italia había sido campeona del mundo en 2006, donde todos coincidían en que España había realizado un buen campeonato a pesar de haber caído frente a Francia que había resultado a fin y a la postre subcampeona de aquel mismo Mundial, perdiendo la final frente a los italianos, el equipo entrenado por el mítico Luis Aragonés estaba en plena transición y jugadores destacados en la historia no sólo del combinado nacional sino del fútbol mundial habían visto aquellos partidos desde casa, cayendo toda la responsabilidad y representatibidad de la nación en aquel grupo que comenzaba a hacerse fuerte, aquel grupo de muchachos venidos de todos los rincones de la península, Madrid, Cataluña, andalucía… todo el país estaba representado por aquellos chicos que basaban su juego en una idea algo romántica del balompié, donde lo prioritario era siempre divertirse. El portero se colocó en su lugar de trabajo, le costaba recordar cuantas horas, cuantas tardes, cuantos días había pasado en aquel sitio, bajo aquellos palos, salvando mil situaciones… pero estaba preparado, sabía que aquel era uno de los días más importantes de su vida, no sólo profesional, también personal, por eso sintió la soledad de la que tanto había oído hablar, la soledad del portero, cuando se hace el silencio, cuando el rugido de la afición se atenúa, cuando todos los focos están puestos sobre el que guarda la meta, aquel que debe preservar lo que sus compañeros han logrado, aquel que debe conseguir que la ventaja adquirida durante los minutos de juego no se desvanezca, el mismo que debe alcanzar aquel balón imposible, el que desea volar al rincón más lejano del arco… la gloria estaba en sus manos, era el todo o nada, volver a casa como siempre aún después de haber firmado un excelso campeonato o llevar a su país a lo más alto. Por eso sintió que era su tarde, sintió que no podía fallar a todos los que habían depositado sus esperanzas en sus manos. Aquel país siempre discutiendo y discutido, aquella gente que de todo sabía, de fútbol, de tenis, de medicina y hasta de ajedrez aunque nunca hubiesen visto un tablero más que el del parchís. Él como todos, ya sabía que su pueblo era así y así nos aceptaba, él como sus compañeros se sentía orgulloso de formar parte de aquella nación vocinglera, ruidosa, algo maleducada, pero de gente honesta, trabajadora y apasionada, los españoles ponemos el alma en lo que hacemos y aquel chico que nunca se sintió galáctico, porque se había criado entre las calles y parques de Móstoles y del pueblo avulense de sus padres era igual que todos los demás, digno heredero de Cañizares o Zubizarreta, aquellos guardametas que tantos años defendieron la portería española. Iker no lo sabía, pero aquella tarde sería una gran tarde, probablemente la tarde que cambió el curso de la historia, detrás de aquella vendrían muchas más, pero la primera fue la de aquel 22 de junio de 2008. Aquel fue el primer día en el que se escuchó en todas las calles, plazas y rincones de España aquello de: “Yo soy español, español, español”. Aquel día en el que todo parecía estar en contra (una vez más) el portero se hizo grande y logró lo que todos juzgábamos casi imposible , España llevaba 24 años sin pisar unhas semifinales de un campeonato y ese día lo consiguió. Años después escucho a Fernando Torres, Xavi Hernández además de otros compañeros de selección y todos coinciden en destacar el papel, no sólo aquel día, sino muchos otros, de ese joven portero de Móstoles, hoy vilipendiado y despreciado por aquellos a los que creyó sus amigos. Gente con mucho dinero y muy pocos escrúpulos, por eso, este pequeño relato que hoy me nace del corazón se lo dedico a aquel “no galáctico” que nos hizo soñar y creer,que nos hizo tan felices junto a sus compañeros. Gracias iker Casillas

jueves, 18 de febrero de 2021

DÍA MUNDIAL DE LA RADIO

Me despierto, el primer botón que activo es el de la radio, el primer objeto que tocan mis manos es mi radio a pilas que llevo escuchando tantos años, voy al baño, me aseo y llevo la radio en la mano, mientras se calienta el café y la tostada la gente de Canal Sur radio me cuenta lo que sucede en mi tierra de adopción, contagios y fallecidos llenan las primeras horas de la mañana. Sigo conectado al transistor, poco a poco se va arreglando el panorama y dejo de escuchar la palabra crisis, virus, enfermedad… y se empieza a escuchar a los oyentes contando sus cosas, anécdotas, vivencias, alegrías y algunas penas, abogados que pasan por los micrófonos echando un cable a los que no tienen forma de defenderse contra los que abusan de su poder desde una empresa telefónica, un concesionario de coches, o una tienda que le ha querido cobrar un vestido a una novia que a causa de la pandemia no pudo casarse, es la radio, es esa vieja compañera la que está al lado de los más vulnerables que llaman y piden ayuda, buscan que alguien les socorra y es la voz que sale del receptor la que le proporciona esa ayuda. Pasa el día y el transistor sigue contando penas y alegrías, voy al gimnasio y cambio la radio por el móvil, las ondas hercianas son reemplazadas por las conexiones a Internet, pero la esencia es la misma, ya no solo suena la radio pública de Andalucía, gracias a lo que llamamos nuevas tecnologías aunque lleven más de veinte años con nosotros, también puedo escuchar radios de otros lugares de España y del mundo. Así que mientras mi corazón parece que va a salirse del pecho, mientras corro sobre la cinta o trabajo en la bhici estática, se suman nuevas voces a la fiesta que se monta cada día en mi cabeza gracias a los hombres y mujeres que conforman la radio. Llego a casa y mientras me ducho en mi receptor suena música, que también forma parte del mundo radiofónico, salgo de la misma, conecto el ordenador para trabajar en algunas cosas que tengo pendientes y… sí, correcto, enciendo la radio, aunque esta vez no sólo puedo escuchar, también puedo hablar, puesto que se trata de mi emisora de CB, esa vieja radio que un día mi padre se trajo de Bilbao cuando trabajaba en la ciudad norteña, supongo que no fue capaz de saber el veneno que me metía en el cuerpo y que a día de hoy sigue expandiéndose por mis venas, charlo un rato con mis colegas, ¡toca comer! Y mientras pponemos las cosas en la mesa… suenan las noticias y las sintonías que las anuncian. El momento de la televisión ha llegado, sólo porque mi mujer quiere, que si de mí dependiese no sería así… Nos hemos puesto al día de la actualidad deportiva que por estos lares es casi la que más interesa… Por la tarde y tras leer un rato siento que necesito un chute de radio, un chute de frescura en mi cabeza y vuelvo a sintonizar, de seguir así creo que voy a dejar el transistor sin pilas ¡no voy a ganar para tantas! Llega la noche y como siempre, como cada día desde hace más de treinta y tantos años me duermo con el aparato de radio conectado, no sé que hora es cuando me despierto y escucho una voz a mi lado, no se oye nada en la calle, ni los grillos, ni el camión de la basura, ni las mesas del bar, escucho las señales horarias… ¡es Jesús bigorra! Son las 6 de la mañana en Andalucía, en España… tengo sueño, pero ya que estoy… pues me quedo con Jesús y me entero de todo lo importante de la jornada y así vuelve a comenzar un nuevo día.

domingo, 18 de octubre de 2020

UN 17 DE OCTUBRE MUY ESPECIAL.

Estimado Don Miguel, allá donde se encuentre. Espero permita a este humilde junta letras la osadía de dirigirse a usted con la única pretensión de darle las gracias, gracias por haberme acompañado en tantos y tantos momentos de mi juventud y madurez. Gracias a sus novelas conocí mejor una tierra que tenía tan cerca que formaba parte de ella, pues siempre he creído que Madrid es el pueblo más grande de castilla. Gracias a usted conocí las vicisitudes de una España empobrecida hasta los huesos y que se moría de hambre después de una guerra cruenta que acaeció en los años treinta, gracias a su pluma conocí al azarías y su “milana bonita” (va anécdota): Ahora escucho a Antonio Alcántara llamar Milano a su Merche y me viene a la cabeza el azarías con los pantalones hasta las rodillas, orinándose en las manos y llamando a la milana… ¡gracias! Con usted sufrí cinco horas acompañando a la viuda de Mario, afortunadamente años después volví a leer su novela y comprobé lo delicioso de su narrativa, craso error que nos hiciesen leerlo con dieciséis años, al menos en mi caso he de confesarle que no entendía casi nada de una España vestida de luto y guardando las apariencias por el que dirán… Gracias porque sin las cinco horas que seguramente usted tardó en convencer a Lola Herrera no habría sido capaz de ponerle voz a Carmen sotillo, supongo que poco imaginó la gran actriz que este papel marcaría su vida, un papel que comenzó a realizar el mismo año que yo nací, 1979… ¿puede creérselo? Le quiero dar las gracias muy especialmente por aquella novela que viví como una eterna despedida, Daniel el mochuelo, Germán el tiñoso y Roque el moñigo me llevaron en mi imaginación a un valle en el que lo único que pasaba era el tren dirección a la capital de provincia donde “el mochuelo” no se podría dedicar a lo que más deseaba en la vida que era hacer queso como su padre y tendría que cumplir un sueño que no era el suyo, lloré con él en la última noche que pasó en aquel pueblo de la vieja castilla. El Nini me trasladó a la España más paupérrima del siglo XX en aquel pueblo desaparecido de Castilla. Sólo usted supo describir aquella España vacía de la que tanto se habla hoy en día. Hombre tranquilo, aficionado a la caza a la que también le dedicó parte de su obra, al fútbol (muy especialmente al Real Valladolid( Miguel Delibes nació un 17 de octubre de 1920 y falleció en la misma ciudad que le viese nacer un 12 de marzo de 2010, su obra ha sido galardonada con el premio Nadal, el cervantes o el premio nacional de las letras, aunque seguramente el mayor premio que se llevó Delibes fue el cariño de los lectores españoles que se vieron reflejados en su sencillez, su humildad y su afabilidad, sólo él supo reflejar el día a día de las gentes de los pueblos y campos de castilla por los que se le podía ver escopeta al hombro cuando iba de caza pateando los campos y hablando con los lugareños de los que se nutría para crear sus personajes. Doctor en derecho y catedrático de historia del comercio llegó a ser director del Norte de Castilla y no fue sino su esposa Angeles quién le regaló su primera máquina de escribir (dicen que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer) y este parece ser el caso de Ángeles con la que Delibes tuvo siete hijos y cuya muerte prematura marcó su carácter para siempre, algunas de sus novelas fueron escritas inspirándose en la figura de su esposa. Se podrían contar mil y una anécdotas sobre este prolífico y extraordinario escritor de nuestro país, sobre con decir que don Miguel es casi sin ningún género de duda el escritor más influyente del siglo XX y uno de los más leídos en nuestra lengua. Vaya desde estas humildes líneas mi más profunda admiración y gratitud a un hombre que me hizo crecer como persona y que ayudó a forjar mi carácter, gracias Don Miguel por tantísimas horas de sonrisas, lágrimas y sobre todo ENSEÑANZAS.

martes, 25 de agosto de 2020

CUANDO ERAMOS NIÑOS

Cuando yo era niño las tardes de verano duraban lo mismo que un verano hoy, el tiempo se alargaba horas y horas jugando partidos que terminaban sin un resultado claro porque habíamos perdido la cuenta de los goles marcados y recibidos. cuando yo era niño los parques estaban llenos de chavales jugando al balón, niñas jugando a la comba y algunas veces uniéndose a nosotros para darle patadas al esférico, nadie nos había explicado eso tan moderno de la igualdad de género, no nos hacía falta, las sen
tíamos como iguales, las porterías eran las chaquetas, las mochilas del colegio, las sudaderas... si el balón iba alto un coro de voces infantiles proclamaba la invalidez del gol sin necesidad de que lo revisara el VAR, todo el mundo sabía que tirar alto no valía y punto. Lo mejor era no enfadar al dueño del balón porque corrías el riesgo de que se mosquease y se terminase el partido, que por cierto concluía cuando el mismo dueño de la bola tenía que subirse a casa a cenar, nadie le enviaba un mensaje al móvil (no había móviles y seguramente no los habríamos necesitado) la voz chillona de las madres era nuestro aviso. Cuando yo era un niño nadie te llamaba a todas horas para recordarte que habíamos quedado a las 6 de la tarde, la gente no éramos anormales, sabíamos que nuestros horarios eran inamovibles, si quedábamos a las 6 todos estábamos a las 6 y si faltaba alguien se le esperaba echando una pachanga para matar el tiempo. Cuando yo era un niño los chicos no rebatíamos a nuestros mayores y si alguien nos decía que dejásemos de dar la brasa, lo hacíamos y punto, no discutíamos, si a alguien se le ocurría levantar la voz se le amenazaba con contárselo a sus padres y eso solía ser más que suficiente para calmar los ánimos. se compartían bocadillos de Nocilla después de ver Verano azul, con 100 pelas te sentías el rey del barrio y cuando los Reyes te traían el último modelo de BH no le dejabas una vuelta a nadie por si te pinchaban la bici, aunque era probable que lo hicieses tú al meterla por algún barrizal. Te llenabas las piernas de costras jugando en el parque y no sabías que era la cristalmina, tu madre no te trataba como si fueses un objeto de cristal, agua oxigenada y a seguir corriendo. Deseabas crecer a toda costa, querías ser mayor, dejar de ir al cole, trabajar... y no sabías, no tenías ni puta idea de que crecer suele ser una mierda

viernes, 15 de mayo de 2020

ESTACIÓN EA4HAJ TRANSMITIENDO DESDE SEVILLA

Se termina el día, uno muy especial, quizá por motivos que yo solo entiendo, porque nadie me conoce como lo hago yo. Eran poco más de las 9 de la mañana cuando el antenista se presentó en casa pertrechado con sus herramientas, los nervios no me dejaban parar quieto, incluso me costó trabajo dormir. Traté de matar la espera como buenamente pude, salí a comprar una pila para el micrófono (no quería que nada fallase) cuando regresé, subí corriendo hasta la azotea como un niño ilusionado, el antenista que también es radio aficionado como un servidor me dijo que aquello ya casi estaba y la ilulsión me desbordó, bajé casi corriendo en busca de la emisora, aquella vieja radio que me compré con mi primer sueldo, la conecté a la fuente de alimentación, pedí un destornillador para ponerle las pilas al micro, esperé ansioso que bajase el técnico y cuando bajó y le hizo trabajar a la broca, ya viniste a mi memoria, no sería la última vez, cogió el soldador que era una de tus herramientas favoritas de trabajo, soldó el pl al cable y conectó. El qrm sonó en el altavo
de mi vieja radio, movió el selector de canales y de pronto la radio cobró vida, comenzaron a escucharse voces, ruidos radioeléctricos que confirmaban que la magia comenzaba a fluir de nuevo, en un lugar distinto, con gente diferente, pero contigo en mi memoria y en mi corazón... porque tuve que aguantarme las lágrimas que se agolpaban en mis ojos, eran lágrimas de nostalgia... porque esta nueva etapa comienza sin ti. Me hubiese encantado que hubieras podido ver como la radio se apoderó de nuevo de mí... gracias, estación Fliper, allá donde estés, gracias por haberme inyectado el veneno de la CB en las venas. Gracias, mi querido "primero", gracias, padre

jueves, 26 de marzo de 2020

DÍA 1 SIN TÍ

 
No, esto no es un diario ni pretendo que sea un lugar donde volcar mi tristeza, mi desamparo, mi dolor… que eso me desborda por todas partes.

Es tan sólo un momento de escribir, alguien me ha dicho recientemente que escriba, que eso calmará mi dolor, mi desesperación.

No han pasado ni 24 horas desde que te fuíste, mi querida Lasi y sólo puedo llorar, estoy como estabas tú al final, sin fuerzas, sin ánimo, sin ganas. Déjame, amiga del alma, déjame que te recuerde como eras, con tu rabito siempre contento, siempre optimista, con actitud y aptitud, con ganas de trabajar, con ánimo de hacerlo bien, déjame mi querida perrita negra, que recuerde tus ganas de vivir, tu vitalidad desbordante, déjame que recuerde tu cabecita negra en mi pierna cuando pensabas que lo estaba pasando mal (y llevabas razón), porque tú me conocías como nadie, porque me entendías como sólo yo mismo me entiendo, porque yo no te veía pero interpretaba tus silencios, tus gruñidos de satisfacción, tus jadeos nerviosos y entonces… entonces yo sabía si querías salir a la calle, si querías volver a casa porque habían tirado un petardo y deseabas que te cobijase entre mis brazos, te diese besitos en la cabeza y te calmase, porque me enseñaste muchas cosas, Lasi, porque me enseñaste el verdadero significado de la palabra AMISTAD, el de la palabra LEALTAD, HUMILDAD, FE CIEGA EN EL OTRO, TRABAJO EN EQUIPO… y todo eso me lo enseñabas a diario, incluso cuando nos dieron la nefasta noticia de que lo tuyo no tenía remedio, entonces también lo hiciste, porque me volviste a enseñar que nunca nos debemos rendir, que la derrota no se negocia y luchaste hasta el último segundo contra aquello que te minaba poquito a poco, que te hacía apagarte muy poquito a poco… aún así sacabas fuerza de flaqueza para estar conmigo, para acompañarme como hiciste desde el principio, desde aquel 31 de enero de 2012 en el que nos presentaron y en el que ambos supimos que nuestras almas eran gemelas, que aunque no compartiésemos especie, compartíamos un sueño en común, tú el de ayudar a un hombre que ingnoraba necesitarte tanto como lo hacía y yo el de volver a sentirme libre, el de volver a caminar por las calles sin miedo, el de aparcar el bastón una vez más y dejarme guiar por unos ojos como los tuyos, llenos de luz y de bondad.

Podría decirte tantas cosas, ahora no me salen más palabras para dedicarte, pero no pienses que esta será la última vez que te dedique unas líneas, has dejado una huella tan profunda en mi alma que me duele pensarte, recordarte… pero tranquila, Lasi, tranquila, corre libre entre las estrellas, porque ya nada te ata a este mundo, ya eres libre, por fin otra vez libre, ya no habrá más curas, más vendajes en tu patita, no tendrás que esforzarte más por subir las escaleras hasta el tercero que no tiene ascensor… ya eres etérea como el viento, brillante como las estrellas, bonita como la luna…

Gracias, Lasi, gracias por haber sido, por haber venido, por haberte quedado y por haberme enseñado, siempre, absolutamente siempre te querré como se quiere a una amiga íntima.

Adiós, perrita negra, hasta otra vida, hasta otro momento, aquí me quedo llorando tu ausencia, pero sintiéndome dichoso porque me dejaste conocerte y quererte.

Gracias, mi queridísima perrita negra

domingo, 15 de marzo de 2020

UNA CARTA AL CIELO

Querido padre:

Te escribo desde el silencio casi absoluto que no sólo se aloja en mi alma, sino también en la ciudad de Sevilla, donde sabes que ahora vivo.

A pesar de que son más de las 12 del mediodía la ciudad está casi desierta, la estampa es la de un lugar de película apocalíptica. Los acontecimientos acaecidos en España en las últimas semanas han llevado al gobierno de la nación a tomar una serie de medidas que han terminado en estado de alarma. Como sabes, esto quiere decir, entre otras cosas que la población nos vemos obligados a permanecer recluidos en nuestros domicilios. Supongo que esto debe sonarte subrealista.

Un virus procedente de China está diezmando no sólo a la población, sino también al servicio público sanitario al que tiene al borde del colapso. En nuestro querido Madrid las cosas no pueden pintar peor, faltan camas, personal sanitario, material… es todo un maldito caos… ya, ya sé que es un poco increíble, subrealista, alucinante, novelesco, se me terminan los calificativos para explicarte esto que está sucediendo en nuestro país.

Seguramente no me equivoco si pienso en voz alta que un 15 de marzo de hace 41 años resultó ser uno de los días más felices de tu vida, seguro que pensaste que era así porque llegaba al mundo alguien al que querrías como a ti mismo, sangre de tu sangre, vida procedente de tu ser, una prolongación de ti mismo, tu hijo, yo.

No puedo evitar pensar que este es el cumpleaños más triste de mi existencia, es el primero que paso sin ti, lejos de mi hermano y mi madre. Me resulta pensar en la frase aquella que tantas veces me decía la “Yeya” “El hombre propone y Dios dispone”.

Me resulta inverosímil saber que hoy no recibiré tu llamada telefónica o tu tirón de orejas, con tu típica pregunta ¿Cuántos caen, tío? ¡como si no lo supieras!, pero no, papi, no, debo hacerme a la idea de que hoy no llegará tu llamada y tampoco tu tirón de orejas, ni tu abrazo y tampoco tu pregunta cuya respuesta ya conocías.

Me gusta creer que en alguna parte me estás viendo, estás pensando en mí como yo pienso en ti… no sé, tenía muchas cosas que contarte, mucho que decirte en esta carta que no sé si enviaré al buzón de Internet, simplemente te escribo porque necesito hacerlo, porque necesito hablarte, no es que sea pesado (que un poco si, ya lo sabes) pero necesito que estés preparado para hacerme un favor, incluso desde aquí te tengo que pedir cosas.

Estoy convencido de que los perros, sobre todo los buenos perros, comparten plano en el más allá con los humanos, me temo que en breve tengo que despedirme de la perrita negra, Lasi tiene que irse, como me dijiste con Macro, ella ha venido, ha hecho su trabajo lo mejor que ha sabido y podido, pero ahora ya es casi la hora de partir y quiero que guíes su alma hasta tu plano, sé que puedes hacerlo, sé que la querías y sé que no la vas a dejar sóla, quiero que esté contigo por toda la eternidad, quiero que me esperéis los dos allí. No quiero convertir esto en una predespedida, pero el tiempo se le acaba, papi, ya lo he hecho yo en múltiples ocasiones, pero quiero que le digas cuando llegue allí, que ha tenido la labor más bonita que un perro puede tener, la de guiar a un hombre y no sólo por las calles, la de guiarlo por la vida, la de ser la mejor compañera, la mejor amiga, la más incondicional. Sé que tú habrías estado deacuerdo conmigo en la decisión tan dura que he de acometer. Me cuesta escribir esto, me cuesta tanto…

Todo lo que ocurre a mi alrededor es una locura, Papi, una maldita locura, siento como todo se desmorona, todo se hunde, todo se va al garete y cada vez quedan menos cosas seguras, menos cosas a las que agarrarse, me hundo en la pena, en la angustia, en la incertidumbre, allá donde estés, por favor, no sueltes nunca mi mano, no me dejes solo, ayúdame, ayúdame a seguir.

Te echo de menos, te quiero y te doy las gracias una vez más por haber sido mi padre, porque sin ti, no habría habido nada que mereciese la pena ser vivido, no habría habido nada que celebrar un 15 de marzo, nada que vivir, nada que recordar, nada que añorar.